12.11.10

Impuestos de la Colonia

Entendemos por época colonial la que se extiende de 1535, año en el que toma posesión el primer Virrey de la Nueva España, Antonio de Mendoza, hasta el año 1808 cuando el Virrey Iturrigaray decide promover una serie de cambios políticos en la Nueva España a raíz de la usurpación napoleónica del trono hispano.
En lo que corresponde al tema que aquí tratamos, el proceso contributivo, tributario e impositivo que se generó en la Colonia condujo a la conformación de un intrincadísimo laberinto prácticamente ininteligible aún para las mismas autoridades encargadas de la Real Hacienda.
De los diferentes ramos de que se compone la Real Hacienda, escribía el conde de Revillagigedo, quien fue Virrey de la Nueva España, en un Informe enviado al monarca hispano Carlos III, se echa bastante de ver la multitud de ellos y la dificultad de atender a todos y a cada uno de por sí, y evitar la complicación y confusión de su manejo, el que debería llevarse con el mejor orden y mayor claridad.
Es también imposible al contribuyente tener noticia de cada uno de los derechos, saber claramente lo que debe contribuir, cómo y por qué razón debe hacerlo; cuya ignorancia hace más difíciles las contribuciones, aún en los mejores vasallos, que son incapaces de defraudar al Real Erario, bien persuadidos de que tienen obligación de soportar los gastos de la Corona, con la manutención de la tropa, para su defensa, y los sueldos de los empleados en mantener la recta administración de justicia. Y a quienes por lo mismo solo es repugnante la arbitrariedad de los dependientes, nacida de la multitud de reglas y su complicación, y la violencia o mal modo con que se suelen conducir los subalternos inferiores. Todo esto es muy difícil de remediar mientras haya tantas exacciones y algunas de ellas tan complicadas y de una graduación y calificación difícil, que debe de quedar precisamente al arbitrio del exactor.
Por Real Hacienda, durante la época virreinal, se entendía un conjunto de ingresos de los que poco o nada importaba el manantial de donde brotaban, sino más bien a que se iban a destinar. Tal actitud mucho decía de la poca importancia que para aquellas mentes tenía el cuidar, buscando su máximo desarrollo, las fuentes contributivas, tributarias e impositivas, con el objeto de que la recaudación fuese en constante aumento beneficiándose la población radicada en la Nueva España, y también, claro está, la población establecida en la península. Pero era casi imposible que en aquellas mentes de las que surgió la idea de mantener a la Nueva España aislada del mundo al no permitirle el establecimiento de libres relaciones comerciales con otros reinos e incluso al no permitir la existencia de relaciones comerciales libres entre la Nueva España y otros dominios hispanos de América, llegándose al absurdo de interferir para evitar que se desarrollasen relaciones de comercio libres al interior mismo de la Nueva España, se buscase entender la ineludible responsabilidad por parte de los grupos organizadores de la fuerza social, de cuidar los manantiales recaudatorios atendiendo a las actividades que los generan, proporcionándoles todas las facilidades para que su progreso se vea reflejado en una mayor recaudación pública que a todos beneficiaría.
Los ingresos que daban vida a la Real Hacienda los formaban la llamada masa común, misma que se destinaba a cubrir los presupuestos coloniales; el denominado remisible que era por entero consignado a la Metrópoli, y los ramos ajenos constituidos por cantidades que sin pertenecer al erario, eran puestas bajo su custodia siendo administradas a través de la cajas reales.
La recaudación en estos tres ramos no era realizada por una oficina o administración central, sino que eran muchas y muy diversas las instituciones recaudadoras, generándose el curioso fenómeno de que en no pocos casos ni tan siquiera mantenían entre ellas comunicación. Tanto el Consulado o Tribunal de Comercio, como la Dirección de la Casa de Moneda, al igual que juntas especiales y diversas oficinas realizaban, cada una por su lado, la labor de recaudación, ya para satisfacer sus propios presupuestos o enviar un porcentaje o el total de lo recaudado a la península.

Mayo 1811


La acción porteña tendría consecuencias imprevistas para las historias de Argentina y Paraguay. Las noticias de los eventos en Buenos Aires aturdieron a los ciudadanos de Asunción quienes solían ser fieles a la posición realista al principio. Pero no importa cuán grave habían sido las ofensas del antiguo régimen, los paraguayos no quisieron acatar las órdenes de los porteños, naturales de un otrora pago escuálido en medio de una pampa vacía cuando el Paraguay era toda una potencia colonial en el Imperio español...

Creyendo que los oficiales paraguayos que habían fustigado al ejército porteño representaban una amenaza directa a su gobierno, el gobernador Bernardo de Velasco dispersó y desarmó las fuerzas bajo su orden y envió la mayoría de los soldados a casa ni siquiera pagarles por sus ocho meses de servicio. Velasco ya había perdido el respeto de sus gobernados cuando huyó del campo de batalla en Paraguarí pensando que Belgrano iba a ganar. Como último disgusto, el cabildo de Asunción solicitó la protección del ejército portugués contra las fuerzas de Belgrano cuando éstas solo acamparon justo al lado de la frontera de la actual Argentina. Lejos de sostener la posición del cabildo, un movimiento encendió un levantamiento y el derrocamiento de la autoridad española al mismo instante en Paraguay en la noche del 14 y la madrugada del 15 de mayo de 1811.

La independencia se declaró formalmente el 17 de mayo.

Antecedentes de la Independencia

El Virreinato de Perú y la Audiencia de Charcas tenían la autoridad nominal sobre el Paraguay, mientras Madrid por lo general desatendía esa colonia para evitar las complejidades, el gasto de gobernar y defender una colonia remota que había demostrado una lealtad inicial pero para luego no tener mucho valor en el vasto imperio español. Por esa razón los gobernadores del Paraguay no tenían ninguna tropa real a su disposición dependiendo así de una milicia irregular compuesta por colonos. Los paraguayos nativos se aprovecharon de esta situación y exigieron que las cédulas del año 1537 les dieran el derecho para elegir y deponer a sus gobernadores.La colonia (en particular el cabildo de Asunción) se granjeó la reputación de ser una frecuente tierra revoltosa contra la Corona.

Las tensiones entre las autoridades reales y los colonos alcanzaron el pico máximo en 1720 a causa del estado de los jesuitas cuyos esfuerzos por organizar a los indios habían negado a los colonos el usufructo a la labor india. Una gran rebelión conocida como la Revuelta Comunera estalló cuando el virrey en Lima reintegró a un gobernador pro-jesuita a quien los colonos ya habían depuesto antes. Esa revuelta era un ensayo en varias formas de los eventos que desembocaron en la Independencia de 1811. Las familias más prósperas de Asunción (cuyas plantaciones de tabaco y de yerba mate competían directamente con los jesuitas) organizaron esa revuelta pero cuando el movimiento atrajo apoyo de los campesinos pobres en el interior, los ricos la abandonaron y seguidamente solicitaron a las autoridades reales la restauración del orden. Como respuesta, los campesinos empezaron a incautar propiedades de la clase alta y llevárselas al campo. Un ejército radical casi capturaba Asunción e irónicamente fue repelido por las tropas indias provenientes de las reducciones jesuíticas.

La revuelta era el síntoma de un declive. Desde la refundación de Buenos Aires en 1580, el firme deterioro de la importancia de Asunción contribuyó a crecer la inestabilidad política dentro de la provincia. En 1617 la provincia del Río de la Plata fue dividida en dos provincias más pequeñas: el Paraguay, con Asunción como capital y el Río de la Plata con Buenos Aires como ciudad principal. Con esta acción, Asunción perdió el mando del estuario del río de la Plata y pasó a ser dependiente de Buenos Aires para envíos marítimos. En 1776 la Corona creó el Virreinato de Río de la Plata; Paraguay que era subordinado a Lima pasó a ser una región controlada por Buenos Aires. Localizado en la periferia del imperio, el Paraguay sirvió como un estado tapón: los portugueses bloquearon la expansión territorial paraguaya en el norte, los indios también lo bloquearon, hasta su expulsión, en el sur y los jesuitas lo bloquearon en el este. Se forzaron a jóvenes paraguayos a servir en la milicia colonial para realizar giras extendidas lejos de casa y eso contribuyó a una severa escasez obrera.

Debido a que Paraguay estaba ubicado lejos de los centros coloniales, tenía muy poco poder de mando en las decisiones importantes que afectaban su economía. España se apropió buenas partes de la riqueza de Paraguay a través de pesados impuestos y demás regulaciones. Al mismo tiempo, España estaba recolectando la mayoría de la riqueza del Nuevo Mundo para importar productos fabricados de los países más industrializados de Europa especialmente Inglaterra. Los comerciantes españoles pedían crédito de los comerciantes británicos para financiar sus compras, a su vez los comerciantes de Buenos Aires pedían crédito de España, la gente de Asunción pedían prestado de los porteños (naturales de Buenos Aires) y finalmente los peones paraguayos (campesinos sin tierra en deuda con los propietarios) compraban mercadería a crédito. El resultado era una horrible pobreza en el Paraguay y un imperio empobrecido espiral y paulatinamente.

La Revolución Francesa, el ascenso de Napoleón Bonaparte, y la guerra subsecuente en Europa inevitablemente debilitó la capacidad de España para controlar sus colonias. Cuando las tropas británicas intentaron invadir y dominar Buenos Aires en 1806, el ataque fue reprimido por los residentes de la ciudad con alguna ayuda paraguaya, no por España. La invasión napoleónica de España en 1808, la captura del rey español Fernando VII (gobernó 1808 y 1814-33) y la imposición de Napoleón en el trono hispánico a su hermano, José Bonaparte desunió lo que quedó de los eslabones entre la metrópoli y sus satélites. José no tenía ningún tipo de apoyo ni lealtad en la América española por lo tanto sin un rey reconocido, todo el sistema colonial perdió su legitimidad y los colonos se sublevaron. Alentados los porteños por su reciente victoria sobre las tropas británicas, el cabildo de Buenos Aires depuso al virrey español el 25 de mayo de 1810 y juró gobernar en nombre de Fernando VII.

11.11.10

Nuestros Inicios

La Conquista española de América desde sus inicios, trajo consigo la imposición de intereses económicos y políticos, leyes, costumbres e idioma. Por más de tres siglos, nuestro continente dependió de España, denominándose así a este largo período de tiempo, “Época colonial”.
Los historiadores que han tratado los orígenes paraguayos, aseveran casi sin dudas que la gran meta perseguida por los descubridores, exploradores, conquistadores, desde el primer tercio del siglo XVI, fue la Sierra de la Plata, de fabulosa riqueza, y representada por Perú. No obstante, los conquistadores encandilados por las imaginaciones y relatos indígenas, fueron espaciando la codicia hacia todos los ámbitos, moviéndolos de todos los lugares de España para tomar posesión de las ricas tierras de oro y plata.
Durante esta época el contacto entre españoles e indígenas dio como resultado la unión de ambas culturas, cuyo origen desemboca en una sociedad mestiza
En 1541 la monarquía española nombró gobernador de "La Paraguaria" o Paraguay al célebre Álvar Núñez Cabeza de Vaca. Este infatigable andariego llegó a La Asunción el 11 de marzo de 1542, marchando desde la isla de Santa Catarina, y en ese trayecto descubrió para los europeos las cataratas del Iguazú, tras arribar a Asunción remontó el río Paraguay hasta el actualmente llamado Gran Pantanal. Empero, los asuncenos consideraron una "intromisión" la presencia de Álvar Núñez, por lo cual en 1544 lo destituyeron, aprisionaron y remitieron a España y designaron a un vecino como gobernador. El rey confirmó a Irala en tal empleo, de manera que los asuncenos lograron el singular derecho de nombrar a sus propios gobernadores durante 182 años, hasta 1735.
Durante el gobierno del afamado criollo Hernando Arias de Saavedra "Hernandarias", la ciudad de Asunción finalmente fue convertida por Real Orden del 16 de diciembre de 1617 en el centro de una provincia colonial española, separada de la jurisdicción de Buenos Aires y otros territorios. Fue algo paradojal y contraproducente: si Juan de Garay desde Asunción y con asuncenos refundó la ciudad de Buenos Aires para que le sirviera al Paraguay como una "puerta de la tierra" es decir, como una fácil salida al Océano aprovechando la cómoda hidrovía del río Paraná, la rápida prosperidad del puerto de Buenos Aires indujo a la monarquía española a que se le diera propia jurisdicción. Así quedaron Asunción y su territorio muy aislados del circuito económico mundial. Por otra parte, la relación entre europeos, criollos e "indios" guaraníes no siempre fue idílica, tal como lo demuestra el gran alzamiento liderado por el tuvichá Oberá entre 1579 y 1616, que se extendió desde la región de Guarambaré hasta Asunción y la cuenca del Ypané.
Paraguay formó parte del proceso de conquista del cual hemos recibido una abundante herencia, por lo que se hace necesario e importante que conozcas la historia de tu país, y lo asimiles dentro de tu realidad actual. Esta entretenida webquest que proponemos, te dará las bases para alcanzar este objetivo.