El Virreinato de Perú y la Audiencia de Charcas tenían la autoridad nominal sobre el Paraguay, mientras Madrid por lo general desatendía esa colonia para evitar las complejidades, el gasto de gobernar y defender una colonia remota que había demostrado una lealtad inicial pero para luego no tener mucho valor en el vasto imperio español. Por esa razón los gobernadores del Paraguay no tenían ninguna tropa real a su disposición dependiendo así de una milicia irregular compuesta por colonos. Los paraguayos nativos se aprovecharon de esta situación y exigieron que las cédulas del año 1537 les dieran el derecho para elegir y deponer a sus gobernadores.La colonia (en particular el cabildo de Asunción) se granjeó la reputación de ser una frecuente tierra revoltosa contra la Corona.
Las tensiones entre las autoridades reales y los colonos alcanzaron el pico máximo en 1720 a causa del estado de los jesuitas cuyos esfuerzos por organizar a los indios habían negado a los colonos el usufructo a la labor india. Una gran rebelión conocida como la Revuelta Comunera estalló cuando el virrey en Lima reintegró a un gobernador pro-jesuita a quien los colonos ya habían depuesto antes. Esa revuelta era un ensayo en varias formas de los eventos que desembocaron en la Independencia de 1811. Las familias más prósperas de Asunción (cuyas plantaciones de tabaco y de yerba mate competían directamente con los jesuitas) organizaron esa revuelta pero cuando el movimiento atrajo apoyo de los campesinos pobres en el interior, los ricos la abandonaron y seguidamente solicitaron a las autoridades reales la restauración del orden. Como respuesta, los campesinos empezaron a incautar propiedades de la clase alta y llevárselas al campo. Un ejército radical casi capturaba Asunción e irónicamente fue repelido por las tropas indias provenientes de las reducciones jesuíticas.
La revuelta era el síntoma de un declive. Desde la refundación de Buenos Aires en 1580, el firme deterioro de la importancia de Asunción contribuyó a crecer la inestabilidad política dentro de la provincia. En 1617 la provincia del Río de la Plata fue dividida en dos provincias más pequeñas: el Paraguay, con Asunción como capital y el Río de la Plata con Buenos Aires como ciudad principal. Con esta acción, Asunción perdió el mando del estuario del río de la Plata y pasó a ser dependiente de Buenos Aires para envíos marítimos. En 1776 la Corona creó el Virreinato de Río de la Plata; Paraguay que era subordinado a Lima pasó a ser una región controlada por Buenos Aires. Localizado en la periferia del imperio, el Paraguay sirvió como un estado tapón: los portugueses bloquearon la expansión territorial paraguaya en el norte, los indios también lo bloquearon, hasta su expulsión, en el sur y los jesuitas lo bloquearon en el este. Se forzaron a jóvenes paraguayos a servir en la milicia colonial para realizar giras extendidas lejos de casa y eso contribuyó a una severa escasez obrera.
Debido a que Paraguay estaba ubicado lejos de los centros coloniales, tenía muy poco poder de mando en las decisiones importantes que afectaban su economía. España se apropió buenas partes de la riqueza de Paraguay a través de pesados impuestos y demás regulaciones. Al mismo tiempo, España estaba recolectando la mayoría de la riqueza del Nuevo Mundo para importar productos fabricados de los países más industrializados de Europa especialmente Inglaterra. Los comerciantes españoles pedían crédito de los comerciantes británicos para financiar sus compras, a su vez los comerciantes de Buenos Aires pedían crédito de España, la gente de Asunción pedían prestado de los porteños (naturales de Buenos Aires) y finalmente los peones paraguayos (campesinos sin tierra en deuda con los propietarios) compraban mercadería a crédito. El resultado era una horrible pobreza en el Paraguay y un imperio empobrecido espiral y paulatinamente.
La Revolución Francesa, el ascenso de Napoleón Bonaparte, y la guerra subsecuente en Europa inevitablemente debilitó la capacidad de España para controlar sus colonias. Cuando las tropas británicas intentaron invadir y dominar Buenos Aires en 1806, el ataque fue reprimido por los residentes de la ciudad con alguna ayuda paraguaya, no por España. La invasión napoleónica de España en 1808, la captura del rey español Fernando VII (gobernó 1808 y 1814-33) y la imposición de Napoleón en el trono hispánico a su hermano, José Bonaparte desunió lo que quedó de los eslabones entre la metrópoli y sus satélites. José no tenía ningún tipo de apoyo ni lealtad en la América española por lo tanto sin un rey reconocido, todo el sistema colonial perdió su legitimidad y los colonos se sublevaron. Alentados los porteños por su reciente victoria sobre las tropas británicas, el cabildo de Buenos Aires depuso al virrey español el 25 de mayo de 1810 y juró gobernar en nombre de Fernando VII.
La revuelta era el síntoma de un declive. Desde la refundación de Buenos Aires en 1580, el firme deterioro de la importancia de Asunción contribuyó a crecer la inestabilidad política dentro de la provincia. En 1617 la provincia del Río de la Plata fue dividida en dos provincias más pequeñas: el Paraguay, con Asunción como capital y el Río de la Plata con Buenos Aires como ciudad principal. Con esta acción, Asunción perdió el mando del estuario del río de la Plata y pasó a ser dependiente de Buenos Aires para envíos marítimos. En 1776 la Corona creó el Virreinato de Río de la Plata; Paraguay que era subordinado a Lima pasó a ser una región controlada por Buenos Aires. Localizado en la periferia del imperio, el Paraguay sirvió como un estado tapón: los portugueses bloquearon la expansión territorial paraguaya en el norte, los indios también lo bloquearon, hasta su expulsión, en el sur y los jesuitas lo bloquearon en el este. Se forzaron a jóvenes paraguayos a servir en la milicia colonial para realizar giras extendidas lejos de casa y eso contribuyó a una severa escasez obrera.
Debido a que Paraguay estaba ubicado lejos de los centros coloniales, tenía muy poco poder de mando en las decisiones importantes que afectaban su economía. España se apropió buenas partes de la riqueza de Paraguay a través de pesados impuestos y demás regulaciones. Al mismo tiempo, España estaba recolectando la mayoría de la riqueza del Nuevo Mundo para importar productos fabricados de los países más industrializados de Europa especialmente Inglaterra. Los comerciantes españoles pedían crédito de los comerciantes británicos para financiar sus compras, a su vez los comerciantes de Buenos Aires pedían crédito de España, la gente de Asunción pedían prestado de los porteños (naturales de Buenos Aires) y finalmente los peones paraguayos (campesinos sin tierra en deuda con los propietarios) compraban mercadería a crédito. El resultado era una horrible pobreza en el Paraguay y un imperio empobrecido espiral y paulatinamente.
La Revolución Francesa, el ascenso de Napoleón Bonaparte, y la guerra subsecuente en Europa inevitablemente debilitó la capacidad de España para controlar sus colonias. Cuando las tropas británicas intentaron invadir y dominar Buenos Aires en 1806, el ataque fue reprimido por los residentes de la ciudad con alguna ayuda paraguaya, no por España. La invasión napoleónica de España en 1808, la captura del rey español Fernando VII (gobernó 1808 y 1814-33) y la imposición de Napoleón en el trono hispánico a su hermano, José Bonaparte desunió lo que quedó de los eslabones entre la metrópoli y sus satélites. José no tenía ningún tipo de apoyo ni lealtad en la América española por lo tanto sin un rey reconocido, todo el sistema colonial perdió su legitimidad y los colonos se sublevaron. Alentados los porteños por su reciente victoria sobre las tropas británicas, el cabildo de Buenos Aires depuso al virrey español el 25 de mayo de 1810 y juró gobernar en nombre de Fernando VII.
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